Mis pasos me llevaban a través de la ciudad. Una vez más, no
tenía adónde ir. Mis ojos también paseaban, por los ojos de la otra gente, y mi
cerebro deambulaba por caminos de recuerdos, malas ideas, buenas ideas e ideas
nuevas.
Y a unos metros, vi su cara. Bueno, en realidad primero vi
su pelo : un pelo inconfundible, muy de moda entre las señoras, que hacía que
se me saliera el corazón cada vez que aparecía una y yo creía que era él.
Pero esta vez sí era él, y me puse nerviosísima al instante.
Aun no entiendo cómo, pero me acerqué. No estaba sólo: sus
amigos eran un simpático blur a su alrededor.
Nuestras últimas conversaciones, si se les puede llamar así,
no habían salido bien. Y ésta seguiría esa línea diligentemente.
De modo que decidí no hablar. Al fin y al cabo, no tenía
interés en hablar con aquel imbécil.
Tampoco quería darle un abrazo pero fue lo que hice, y aprovecho para agradecer a mi cerebro que echara el resto del carbón en la chimenea del blur.
Tampoco quería darle un abrazo pero fue lo que hice, y aprovecho para agradecer a mi cerebro que echara el resto del carbón en la chimenea del blur.
Ahora no sólo no veía a nadie, sino que tampoco los oía:
sólo oía mi corazón retumbando histéricamente.
Joder… estoy abrazando a esta mierda de tío.
Después de meses esquivando su presencia (real y virtual)
ahora voy y…
En fin. No sé cuánto rato llevamos así. El miedo ha sido sustituido
por una dulce sensación de confort. Su olor se ha metido en mi cráneo y me ha
derretido el cerebro.
Seguro que sus amigos siguen ahí, en el mundo real, y tendré
que enfrentarme a ellos. O me doy la vuelta y desaparezco. Style: alpha 0%.
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