lunes, 27 de abril de 2015

Estimado Servicio de Atención al Cliente de "Lo Transitorio":

Mi mesa de IKEA y mi espejito del chino bailan juntos cada vez que me apoyo para comprobar mi semblante. Me veo en un vaivén infinito, conteniendo la respiración hasta que la cosa se apacigua.

Las selfies también son muy útiles, pero la luz y el ángulo lo pueden joder todo. No está la cosa tan mal, pero aún queda miedo en la mirada.

La entrada en la edad adulta ha sido bastante terrorífica, he de decir.

Ahora tengo 27, y la sensación de haberme escurrido a duras penas por un pasadizo estrechísimo, sin luz, cuyas paredes me apretaban tanto que a veces no podía ni respirar.

Ahora me parece estar llegando al otro extremo del pasadizo, habiendo conseguido muchas de las cosas que deseaba, y esos deseos son los que me han dado el empuje necesario.

Me vuelvo a mirar en el vaivén inevitable y veo tristeza. Una relación parecida a los aparatos que le pusieron a Forest Gump en las piernas me sigue haciendo sentir como una víctima. Y eso que yo no quería ser su novia, pero estaba en el camino y pasé por ahí.

Pero casi seguro que, en el caso de no querer hacer algo, mejor no hacerlo.

Tiembla mi espejito aún cuando no lo estoy mirando. Hay que ver lo endebles que son los objetos de usar y tirar. Lo transitorio.

Mi mesa y mi espejo combinan flaquezas para no estar nunca en su sitio. Van dando traspiés por el espacio y el tiempo, avanzando de forma irregular y patética.

De momento cumplen su función como pueden. Incluso les tengo cariño, aunque no respeto.

Y aunque a veces los quiero tirar por la ventana, de momento no es plan: los porcentajes están a su favor. Algo como 20 % mal, 80% bien, .

1 comentario:

victoria dijo...

tu espejito es tu amigo, y los peines ahora no los vas a necesitar mucho ¿no?